ESPACIO THOT

Un espacio de reflexión, información y cuando se puede un poco de humor – Por Marina Pagnutti.

Un mundial sin copa, pero con gloria

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brazuca

Pasó una copa mundial como pocas. Apenas 32 días bastaron para agitar las banderas desde las entrañas. Esas telas flameantes que llevan el signo de la identidad, de la patria, de la esencia costumbrista, y por lo general el orgullo de pertenencia.
32 días fueron suficientes para liberar lo más atávico de lo humano, un conjunto de sensaciones mezcladas de bronca, odio, orgullo, pena, vergüenza, amor, pasión, genialidad. Todo eso en tan solo un mes y un puchito…
Un inicio sin demasiada emoción, tal vez por no querer sufrir de antemano los pasos ya conocidos de gambetas erradas, de caprichosas y mezquinas direcciones. Por eso no se le prestó la atención suficiente, porque ya se sabe que a veces la pelota, aunque el Diego diga que no se mancha, muchas veces se ensucia con negocios mafiosos que la mantienen picando. Pero con protestas masivas, más cruentas o más pasivas, un día comenzó.
El temor de lo conocido generó prudencia, sin embargo los desafíos como siempre voltearon los esquemas, y como se sabe siempre, pero siempre, el fútbol provoca hasta lo impensado. Teorías sobre el tema sobran, roscas psicológicas, novelas, tesis, pero siempre se llega al mismo punto: libera lo más irracional del ser. Una pasión que convierte simultáneamente una visión en ceguera, y hasta enciende la llama del más débil corazón.
Como argentinos nos tocó de una manera especial, y me atrevo a decir que lo transitamos con muchos aprendizajes. Entendimos un poco más como somos. Nos encontró más maduros, menos exitistas, más agradecidos, con el placer de sentir los colores de nuestra bandera con verdadero orgullo. Pudimos apreciar el cambio porque sufrimos mucho, porque nos golpeamos miles de veces. Y sí, nadie nos puede entender más que nosotros mismos.
En estos días en facebook, como el de millones, me encontró respondiendo mensajes en privado y en el muro con un nivel de rivalidad superlativo futboleronacional, que en ocasiones se apaciguaba con otros más fraternales. Hubo amor y odio entre naciones. Entendimiento e incomprensión. Arengue, broncas e ingenio y derroche de humor.
Muchos han perdido amigos virtuales, otros habrán sumado algunos, mientras que otros tantos mostraron la hilacha del verdadero pensamiento hacia el otro.
Fue como una catarsis, una maratónica sesión terapéutica sin filtros. Banderas trucadas, cantos al adversario, provocaciones, y los famosos ¨memes¨ gastadores.
Pero sigo sin entender la acción de quienes se calzan todas las camisetas sin importarle la humillación y el gaste. El vale todo por encima del otro. Es cierto, el fútbol genera locuras, pero el amor propio en qué lugar queda. ¿Tiene límite?
Hace tiempo nos quedó claro que el pensamiento triunfalista enferma, y que a los tumbos, aprendimos a valorarnos y sacar la garra hasta en el último aliento en un ataque.
No somos perfectos y lo sabemos. Lo aprendimos con sangre. Aunque a veces nos tilden de soberbios, altaneros y chicaneros como si esas fuesen características intrínsecas propias de la argentinidad y de nadie más. Nos ven así y no hay forma de cambiar esa mirada. Ya es un tema que nos excede. A favor, puedo decir que el exceso de pasión a veces ahoga al otro, y eso puede que nos pase a nosotros en otras partes del mundo. Qué se le va a hacer, nacimos así, imperfectos, tragicómicos y con sangre caliente, pero con ganas de ir siempre por más, para bien o para mal. La voluntad de acercar posiciones y comprender las diferencias tomando lo mejor del otro no conoce de territorios, pues entonces el defecto es quedarse pensando mal sin abrirse al otro, a lo diferente.
Y en todos estos 32 días quedó claro que aprendimos a aceptarnos con nuestros defectos y virtudes. Pero muchos críticos de nuestro sentir popular nos quieren hacer creer lo contrario. Claro, si esas condiciones fuesen propias las aceptaríamos a pleno, pero lamentablemente esos defectos están desparramados por todas partes y no nos pertenecen. Hay estilos, idiomas y territorios diversos, pero las miserias humanas y los aciertos son compartidos.
Un mundial teñido de dolor, de pérdidas, de accidentes, desorganización, desigualdades, injusticias, robos, mientras en otros puntos del planeta continúan ocurriendo las atrocidades más bestiales. Un campeonato que mostró la miseria más expuesta, pero a la vez nos pudimos dar cuenta de todo eso. Que provocó emociones lindas, felicidad, ansiedad, juego, distensión, un reajuste en los valores, y el descubrir las bajezas más íntimas para cambiarlas o transformarlas en algo positivo. Y conocimos la piedad de cerca. Eso es un claro aprendizaje.
Todo eso generó un mundial y mucho más. Fueron 32 días de humanidad extrema. Se luchó por una copa, pero se ganó mucho más. Y me voy parafraseando al visceral Franco Mussis: Vamos Argentina Carajo viejo nomás! Gracias Selección. Gracias Equipo.
MP

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