ESPACIO THOT

Un espacio de reflexión, información y cuando se puede un poco de humor – Por Marina Pagnutti.

La normal inadaptada (2)

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22hs. Caminata, animal planet y bajón

Son las diez de la noche de un miércoles de febrero. Todavía no cené y decido escribir unas breves líneas antes de enloquecer y darme cuenta de mi neurótico presente. Fiel a mi estilo, hoy comienzo por el final del día. Estoy cansada, famélica y con varias tareas por delante, de las cuales me faltan por concretar la mayoría.
Por uno instantes pienso que hace una hora atrás estaba caminando a paso veloz por la avenida Libertador. Sin duda, un recoleto camino de calles amplias, arboledas frondosas y fachadas arquitectónicas de sencilla majestuosidad. Típicas fortalezas de la modernidad.
En realidad estaba llevando a cabo mi único ejercicio físico consciente de la jornada. Ese mismo que comenzó en enero de este año y como cosa rara continúa en el verano. Puedo afirmar que a esta altura del partido se convirtió en una rutina -palabra que detesto-, y que mi cuerpo me la exige.
Como siempre intento huir de mis coloquios internos (cada vez más inmanejables) y busco entretenerme, agotarme más de la cuenta, y de paso, robarle unas horas a Cronos. Ese impiadoso inmortal, frío y devorador de sueños que consume todo a su paso.
Camino y sigo caminando…
De repente veo lombrices gigantes desparramadas por todo el parque, entrelazándose con algunas frías figuras de bronce. Esculturas adaptables. De día, decorativas. De noche, barra de ejercicios.
Me asusta ver como sistemáticamente los animalitos retuercen sus cuerpos para un lado, para el otro, hacia arriba, hacia abajo. Algunos con ritmo, otros desincronizados. Todos buscando el mismo fin: perpetuarse como narcisos.
-¿Será la hora en que Cronos duerme y Narciso juega a reconstruir los pedazos ajeados? -pienso al verlos dispersos por el pasto.
-No, nena. ¡Es que salieron de las oficinas y se retuercen para demostrarse que están vivos! Es que con tantas horas de anestesia se olvidan que existen -me respondo.

En mi única parada obligada por un semáforo, noto que una tremenda bolsa de arpillera blanca, sucia y cargada de esfuerzo humano viene descontrolada hacia mí. Por un instante me tranquiliza saber que no era un ser verde ni lejano amigo de Zerpa. Pero me amargo al ver -oler- un rascacielos de basura en su interior. Es el material que les da sentido a quienes manipulan la bolsa. Un emprendimiento surgido de la necesidad de los excluidos.
Mientras las lombrices se retuercen por el verde, observo como las bolsas monitorean la ciudad en busca de desechos de otras lombrices.

-Mirá, inadaptada! esa lombriz ni se enteró que el hombre de la bolsa pasó a su lado.
-Claro, un simple mecanismo mental: no veo, no siento.
-¿Pero los de la bolsa tampoco ven las lombrices?
-No, porque están tan ensimismadas como ellas. No ven y no sienten. Miran lo que quieren mirar.
La angustia me invade al registrar como el grotesco cuadro visual encastra con lo inaceptable. La inhumanidad que resisten los manipuladores de bolsas, con la frialdad deportiva de los gusanitos.
Dicen por ahí que la vida es una rueda y que la indiferencia de hoy será el karma de mañana.
Lástima que los bolseros no puedan notarlo. El tiempo no les da tregua y la urgencia es la sobrevivencia. Y una pena que las lombrices fibrosas no lo adviertan, pierden la oportunidad de humanizarse.

Mas temprano, entre las 8 y las 20

Prendo la TV y comienzo el zapping furioso. La primera vuelta es general, o sea, un repaso por todos los canales de aire y cable. Pispeo la capacidad ilimitada de ofertas que no necesito y que la caja boba me regala día a día. Un surtidito de noticias, culebrones, enlatados políticos, de origami, de hágalo usted misma, viajes, de reiki, de historia, películas sin renovar, promesas de estreno, canales latinos, europeos y vuelvo al que apunta a la entrada de mi edificio. Sigo curioseando como el encargado pasa la franela por el portero, le saca lustre al bronce (con dos pasaditas superficiales va bien, si pasa alguien mando una extra) -pienso, que piensa.
-Este tipo tiene un buen laburo -reflexiono.
-Es muy social, está en contacto con la gente, analiza la vida desde la quietud, se fuma unos cuantos puchos, intercambia información interna y externa. Lo que llamaría un verdadero experto en Relaciones Institucionales, con un fino manejo del house organ innato -sigo conversando conmigo.

Luego viene la segunda pasada, más fina, focalizada hacia el mundo de las noticias. Y es ahí donde detengo mi interés, en observar la variedad de las pocas novedades de siempre. Pero a veces, cada tanto, tenemos algún creativo desequilibrado que nos tiene en vilo unas cuantas horas del día. Después, más de lo mismo: Peleas entre políticos reciclados de la UCR, el PJ, las internas de unos con los otros, la suba de precio, la inflación, las lluvias, las posibles candidaturas de la nada y el tiroteo nuestro de cada día.
La historia del día fue protagonizada por un loquito que en diez horas logró sus 15 minutos de fama. O si se quiere sus 600 minutos de gloria.
Un chico de 23 años mantuvo cautivos, en una casa velatoria, a una mujer policía, a los clientes y a otros dos efectivos de la fuerza policial. Horas más tarde, y con final feliz, el ministro de Seguridad bonaerense, Carlos Stornelli aseguró que «se trató de un desequilibrado que había querido ingresar varias veces a la Gendarmería y no lo había logrado. A eso se sumaría que habría tenido un desengaño amoroso en los últimos días». Puso punto final a la fama de malevo.

Sigo buscando, tratando de entender una parte de la realidad de la cual no quiero comprender.
-Me pregunto si de verdad soy una inadaptada.
-Creo que sí. Por momentos me veo normal, pero sufro graves trastornos de adaptación.
– Y digo, ¿se puede ser normal en un mundo de bolsas rodantes y lombrices anabolizadas?

No vacilo más. Soy una inadaptada natural.

Written by elthot

febrero 18, 2010 a 6:34 AM

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